VIVA JUJUY- LOS TEKIS

lunes, 5 de octubre de 2015

Leyendas

La hoja de COCA 







La leyenda cuenta que los dos hijos del Sol, Manco Capac y Mama Okllu, llegaron a la tierra con un regalo del cielo para los hombres: La COCA.
Desde tiempos sin memoria, las hojas de este arbusto participaron por tal razón, de la vida mítica, mágica y religiosa del pueblo inca. Su consumo no ha decrecido sino que, ignorando leyes y condenas se ha extendido más allá del ámbito quichua, convirtiéndose en unas de las grandes polémicas americanas a la par que importante fuente de ingresos para algunos países. En ellos, su cultivo y exportación tiene el amparo del propio gobierno que aplica para estos casos, leyes y principios morales muy particulares. En Argentina el cultivo de la planta de Coca está prohibido, no así su consumo y tenencia que esta reglamentado bajo la Ley 23.373, en tanto que países como Bolivia y Perú permiten su cultivo. 


Coquear es la palabra que describe la acción de mascar las hojas de coca. El coquero (quien realiza esta acción) no masca las hojas, sino que forman un bolo con las hojas (llamado "Acuyico", "Acusi", Mascada) y lo colocan entre las mejillas y la mandíbula donde la tienen por horas, provocando una abundante salivación que saborean. 


No se parte ni se desmenuza la hoja; se la ovilla con la lengua, una sobre otra. En todo el noroeste Argentino, especialmente en Jujuy y Salta, son muchísimos los adeptos a este suave alcaloide y son raros aquellos que jamás la han probado. Entre los adeptos no solo están incluidos todos aquellos de origen étnico, sino también blancos, mestizos. 
Los "coqueros", por lo general apelan a este vegetal para trabajar muchas horas o para acompañar las largas tertulias regadas con "bebidas espirituosas" y condimentadas con mucha "juerga". La emplean para combatir el sueño, el hambre, la sed y el cansancio. Los “coqueros” afirman que se sienten animosos, lucidos y alegres cuando la tienen en la boca, y es sabido por todo norteño que no hay nada mejor para evitar el apunamiento que un buen “acuyico”.


Alrededor de las mesas de juego, asados y guitarreadas, abundan las hojas de coca y los platillos con bicarbonato que reemplaza a la “Yicta” (una pasta sólida preparada con féculas de papas y cenizas vegetales). La “Yicta” o el “bicarbonato (Bica)” sirve para estimular la savia de la hoja. 



Las hojas de cocas y las 

predicciones 



Entre los aborígenes quichuas este acuyico cumplía un rol de ritual mitológico, actualmente es entregado como ofrenda a la Pachamama.
En la Puna es utilizado por adivinos para predecir el porvenir (Acuyicomancia); unos estudian la consistencia para extraer conclusiones, en tanto que otros observan su color y la forma que adoptan cuando se los aplasta con una roca; algunos otros los dejan secar sobre un papel al sol y analizan las manchas que se producen en el papel. 


Algunos hechiceros Puneños aconsejan enterrar el “acuyico” cuando su dueño está enfermo y no arrojarlo en cualquier parte, con el fin de evitar “daños”que puedan agravar el mal, variante rural sin duda, de la medicina preventiva. 


Su utilización es diversa y extensa pero, en síntesis, podría ser un residuo masticatorio que tiene características mágicas singulares y goza en general del afecto del usuario, que agradecen sus bondades dándole virtudes místicas supletorias, como si se tratara de un ente con vida propia y muerte útil. 







El Cerro de los Siete Colores

Dicen que, antes, cuando se formó el pueblo de Purmamarca, los cerros alrededor del pueblito no tenían colores. Eran iguales a todos los cerros que se conocen.
Eso les pareció aburrido a los niños y chicos del pueblo razón por la cuál le dijeron a los mayores que tendrían que hacer algo para así tener el lugar más lindo.
Pero los padres no sabían que hacer y dejaban el cerro como estaba. Pensaron que los niños se acostumbrarían a la tristeza del cerro sin color tan como los padres ya lo habían hecho.
Pero los niños no se querían acostumbrar. Por eso se reunieron y decidieron que juntos solucionarían ese problema.
Juntaron los colores que encontraron y, cada noche, salieron de la cama y subieron al cerro. Siete noches siguientes repitieron eso y aunque les avisaron a sus padres, que estaban saliendo para colorear el cerro, no les creyeron y pensaron que sólo estaban jugando.
Los niños pintaron tanto hasta lograr el marco ideal y así el cerro les pareció perfecto.
Después de las siete noches los mayores se despertaron y no había ni un niño en su cama. Estaban todos desaparecidos. Decidieron entonces salir a buscarlos. Pero todo el pueblo estaba vacío de niños y comenzaron a preocuparse. Cuando ya no sabían, en donde buscar, se acordaron de lo que los niños habían dicho. Estaban todos juntos cerca de la iglesia del pueblo y levantaron la vista al cerro. En ese instante les saltaba el corazón de la alegría. No podían creer lo que estaban viendo. En siete colores el cerro estaba pintado y bajando el mismo se veían todos los niños del pueblo, abigarrados de pintura, corriendo, riendo y llenos de felicidad.
Desde ese día se festeja cada año el día de los siete colores en el pueblo de Purmamarca. Y desde ese día el cerro que esta cuidando el pueblo tiene siete colores.











Coquena

Protege a las vicuñas, las llamas y a los guanacos. Calza pequeñas ojotas. Anda silbando por los cerros, coquea todo el día y se esconde de la mirada de las personas. Siempre esta vigilando a estos camélidos que pastan en la puna.
Dice que cuando se ve a lo lejos moverse las tropas de camélidos sin pastores que las guíen, es el Coquena que las esta llevando a lugares con mejor pasto. También se dice que por las noches lleva rebaños cargados de oro y plata de distintas minas de la puna hacia el Cerro Sagrado de Potosí para que las riquezas de este nunca se agoten.
Es raro encontrarse con Coquena, pero cuando se lo ve solo por un instante, ya que rápidamente se transforma en un espíritu.
Suele recompensar con virtudes a quien no daña las llamas y las vicuñas, pero captura con dureza a los cazadores de esos animalitos y a aquellos arrieros que suelen sobrecargar las alforjas, y a los buenos pastores los premia con monedas de oro.






1 comentario:

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